Introducción general a una teología genético transcultural
Ofrecemos a los cristianos inquietos un instrumento coherente y sencillo para comprender y vivir la vida cristiana, en el tercer milenio, como la vivieron las eclesías domésticas del primer siglo, según el testimonio que nos dejaron en el Nuevo Testamento.
REDESCUBRIR NUESTRA FE COMO ENCUENTRO
CON JESÚS EN UNA ECLESÍA, HOY. ESTE ES COMO EL SOL QUE
NOS ILUMINA Y NOS DA ENERGÍA ESPIRITUAL
LO PRIMERO ES VOLVER AL NUEVO TESTAMENTO
La norma suprema de la fe cristiana es el Nuevo Testamento, continuado en la Tradición de ayer y hoy.
La Tradición de la cristiandad no es una segunda fuente de revelación, como creíamos todos antes del Concilio Vaticano II. Con el Concilio en la mano, distinguimos dos interpretaciones o maneras de leer el Nuevo Testamento
La hermenéutica de la cristiandad interpreta el Nuevo Testamento con dos fidelidades absolutas:
1° Poner el Nuevo Testamento de acuerdo con toda la Biblia, con el Antiguo Testamento; como dice en el Concilio de Trento: «La Iglesia acoge con el mismo afecto de devoción tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento.» Toda la Biblia es la palabra de Dios definitiva.
2° La cristiandad jura fidelidad al Nuevo Testamento pero exige el control de la razón. No confía en las alegorías del sentimiento religioso judío y busca la seguridad en la razón, la justicia y la retribución. “Fides et Ratio: Fe y Razón.”
Con esos dos matrimonios, la cristiandad engendra unos hijos o paradigmas de divinización de los hombres. Pero ha fracasado en transformar la historia: No creó el Orbe Católico salvado y feliz.
Bendito sea Jesús que nos trajo una nueva hermenéu-tica del Nuevo Testamento, según la fe apostólica. Lo interpreta como plena humanización en el amor de los hermanos, y transformación de la historia, para vida eterna y alegría de todos.
Por eso necesitamos una nueva hermenéutica del Nuevo Testamento, para reencontrar la fe de los apóstoles y de las eclesías que ellos empezaron a diseminar por todo el imperio romano.
Esta fe apostólica estaba completa por los años ochenta, veinte años después de la muerte de los apóstoles y discípulos de Jesús.
1.FIDELIDAD GOZOSA AL DIOS CREADOR DE ESTE UNIVERSO PARA LA MUERTE, FUEGO DEVORADOR, JUSTO JUEZ. COMPRENDIDO EN EL CREACIONISMO DE LA EDAD MEDIA, PERO AHORA EN EL EVOLUCIONISMO.
PASAR DE LA EDAD MEDIA AL TERCER MILENIO, Y VOLVER AL AÑO NOVENTA.
Según la cristiandad, Dios dice NO, a la creación, porque cayó en pecado desde su origen. El pecado original.
Y el Diablo, el Dragón infernal, el Tirano, está presidiendo el paraíso: La serpiente representa al demonio. Dios está obligado a decir NO a ese mundo de pecado original. Solo la Inmaculada escapa al pecado original.
No hay otra alternativa para Dios que dedicarse a redimirnos del pecado para poder llevarnos al cielo. San Anselmo: “Cur Deus Homo?” “¿Por qué Dios se hizo hombre?”
En cambio, según la fe apostólica, Dios dice SI, a la creación. El que es primogénito de todo lo creado es la complacencia total de Dios. Dios dice SI al mundo, en su cabeza que es Cristo. Recordemos “Laudato Si” de Francisco.
Dios le dice SI a nuestro mundo mortal, pero porque sirve de materia prima, y es necesario para crear el mundo nuevo. Valen la pena para Dios la vieja creación, el hombre viejo, pero como primera etapa hacia la Nueva Creación y el hombre nuevo.
El impedimento para realizar el propósito de Dios, que es el de Jesús y los discípulos, de crear la experiencia de comunión de hermanos, es el pecado. El pecado está en el modo de hacerse el hombre por la mímesis y la rivalidad de los genes egoístas.
El espíritu que Jesús posee como hombre, al ser recreado por su libertad y la fuerza divina, en amor de servicio mutuo o agape y cruz de Cristo, vence el pecado, y nos da vida eterna.
Para comprender esta visión positiva del mundo, el impedimento gravísimo, que nos toca a nosotros remover en la medida de nuestras posibilidades, es la teología convencional, que se escribió cuando la experiencia tradicional de comunión en Cristo se esperaba para otro mundo, el cielo, y para la intimidad del alma con Dios, en la liturgia como fundamento y cumbre de la vida cristiana.Dicha teología, lejos de ayudar, impide.
Por eso, otro objetivo de nuestro camino teológico es ayudar a los agentes de pastoral a hacer, sin traumatismos que hieran la fe, el tránsito de la teología convencional, al hombre moderno de la evolución y de la ciencia actual, el paso de la Edad Media al Tercer milenio del ciberespacio, en el universo como espacio-tiempo.
El fin es ser discípulos apasionados de Jesús, hoy, con varones y mujeres no de la metafísica estática sino embarcados en la evolución.
El Concilio Vaticano II sorprendió a la cristiandad con la revolución copernicana de afirmar, impávido, la justa autonomía del orden creado, y al sustraerlo a la jurisdicción de autoridades eclesiásticas.
El paraiso
El big-bang
2. FIDELIDAD GOZOSA AL HOMBRE, EN JESÚS DE NAZARET Y EN EL CARIÑO DEL PADRE Y MADRE DIOS, QUE NOS ABRAZA.
De paradigmas de divinización y desprendimiento de lo terreno, a paradigmas de plena humanidad en Jesús el Mesías.
El primer asombro que nos transporta de alegría es que Dios salga de sí, dé un paso fuera de sí, y ponga sus complacencias en su creación, en lo que no es Dios, que culmina en Jesús, cabeza y primogénito de todo lo creado.
Jesús nos revela así un Dios nuevo y desconocido, que es Padre y Madre, y con la compasión cambia los genes egoístas: comiéndolo y bebiéndolo.
Fidelidad a la mejor ética, lejos de todo vicio
o corrupcción.
El primer tiempo axial de la historia: Siglos eje de la historia
Los siglos anteriores a Jesús pueden llamarse el siglo axial de la historia de la humanidad.Este siglo, desde el punto de vista cultural y religioso, se caracteriza por la imposición del monoteísmo y sus derivados. Yahvéh Dios único. “Shemáh Israel.” El helenismo y la metafísica: Primera causa, de todo lo que existe. “Causa causarum, miserere mei.”
Al desaparecer la algarabía de dioses, y al imponerse un solo Dios, empezaron a proliferar los salvadores alternativos, en el cielo de coros angelicales, vírgenes, santos y santas. Y se multiplican en la tierra los salvadores y mediadores sacerdotales y religiosos. Y las religiones monoteístas se imponen con templos y rituales, ceremonias y celebraciones, para cumplirle a Dios con adoración, alabanza, acción de gracias, lamentaciones, peticiones, intercesiones y víctimas, sacrificios y expiaciones.
Nuestra cultura occidental se configura con tres grandes tendencias monoteístas: el judaísmo, el islamismo y la cristiandad. Estas son las tres grandes formas de monoteísmo con su respectiva organización religiosa.
Fuera del monoteísmo y de las salvaciones alternativas, se impuso también la necesidad de un dualismo a diversos niveles: Un Dios autor del bien, y otro principio del mal, un Dios y un Satanás. O un mundo invisible o espiritual, y un mundo visible y material. El mundo visible tuvo varias interpretaciones dualísticas. Hasta pensar en el hombre como ser híbrido, espiritual como Dios, y material como este mundo tenebroso. Alma y cuerpo y el llamado antropocentrismo. En un mundo para la muerte, se yergue el hombre como inmortal., por decisión del helenismo.
Solamente ahora, y no antes del Concilio, se puede pensar en una teología consciente de todos estos avatares. O seguimos con la teología de la cristiandad, con retoques elegantes, o nos movemos hacia una teología nueva, porque nuestro siglo se perfila como segundo siglo axial de la historia.
La Nueva teología nos va llevando a una nueva pastoral de la Iglesia católica.
También en la Iglesia del tercer milenio, podemos vivir como discípulos de Jesús apasionados, en las eclesías, en comunión vital con las eclesías neotestamentarias. No en fidelidad a la fe y razón sino en obediencia a la fe apostólica. El Concilio Vaticano II nos ha iniciado en un cambio de modelos o paradigmas, sin el cual será imposible comprender la propuesta de Jesús, practicada por los discípulos de las eclesías apostólicas.
Intentemos un esbozo de la nueva teología
3. FIDELIDAD GOZOSA A LA IGLESIA CATÓLICA
DEL CONCILIO VATICANO II, Y A LA ECLESÍA COMO MADRE.
3.2 FIDELIDAD A LA ECLESÍA COMO MADRE. EN LA PARROQUIA, RED DE COMUNIDADES.
Muchos teólogos y hasta el Papa invitan a cambiar, a seguir a Cristo, a ser nuevos cristianos misericordiosos con los más necesitados.
Cada uno para los demás; todos con todos, individuo en la masa, como práctica del amor al prójimo. Pero esto es seguir repitiendo lo que siempre hemos dicho: seguir a Cristo, buscar la salvación. Falta la tercera fidelidad a la eclesía, la fidelidad a la propia eclesía adulta y madura.
En la Iglesia de hoy no es una utopía irrealizable el Evangelio como experiencia de comunión porque, después de muchas transformaciones provocadas por el Concilio del siglo veinte, se ha llegado a la conclusión de que la imagen de la Iglesia del futuro va a estar marcada por la parroquia como red de pequeñas comunidades.
Solo en pequeñas comunidades se podrá vivir la experiencia de evangelio como se vivió en las comunidades de Pablo o en las del Discípulo Amigo de Jesús, y a lo largo del siglo segundo, cuando pululaban las eclesías domésticas.Esta teología genético-transcultural se pone al servicio de la formación de las pequeñas comunidades en las parroquias de la Iglesia católica.Los pastores, en la estructura jerárquica de la Iglesia, como quería Pablo y la tradición del Discípulo Amado, se deben dedicar a mantener esa experiencia de comunión de familias convocadas en la eclesía, en todos los rincones del mundo.
La Tradición Apostólica dice que “los discípulos cumplieron la voluntad de Jesús formando eclesías en cada lugar.”La Iglesia, como católica o universal, necesita la ley y las personas con autoridad, y la capacidad de enseñar, pero siempre al servicio de la unidad de cada una de las eclesías y de todas ellas, diseminadas por el mundo entero, en la unidad de una sola Iglesia. Pero nunca las eclesías se van a formar por una orden o un decreto eclesiástico.
Sin duda habrá una dialéctica entre las grandes estructuras y las eclesías en comunión. Integrar estos dos aspectos es obra del amor que infunde en nosotros el Espíritu Santo y que podemos llamar caridad pastoral.
Concilio Vaticano II
3.1 LA IGLESIA CATÓLICA DEL CONCILIO VATICANO II
A más de cincuenta años de la clausura, el Concilio del Papa Juan sigue siendo una tarea pendiente para toda la Iglesia. Hoy repetimos la humilde confesión del Sínodo
extraordinario de obispos del año 1985, evaluación del Concilio a los veinte años, y del Papa Juan Pablo II, cuando decían: la «Dei Verbum» ha sido demasiado descuidada en la Iglesia. “Has been too neglected in the Church.” Le oí decir cuando nos recibió en audiencia.
El cambio ocurrido en las mentes de innumerables miembros de la Iglesia no ha logrado traducirse de manera eficaz en una pastoral nueva, y en la inmensa mayoría de los fieles no se ha dado ni siquiera el cambio de mentalidad. El documento de ese mismo sínodo extraordinario de los obispos podría resumirse como un anhelo por la comunión en la Iglesia, y este anhelo se debe repetir hoy con más angustia pero con mayor creatividad.
Lo que necesita la Iglesia es comunión, pero no solo la comunión del dogma y la doctrina conseguida con un catecismo, ni la comunión que se obtiene con la ley, la autoridad y la disciplina, sino la comunión por el amor y servicio mutuo de los hermanos y amigos en Cristo.Este acto de arrepentimiento por no haber respondido a las tareas de la «Dei Verbum» y este anhelo por promover la comunión en la Iglesia a la manera de los Apóstoles son motivación e inspiración de nuestro proyecto.
Volvamos a estudiar esa evaluación sinodal. Desde muy pronto me puse a pensar cuál era para mí el mejor pasaje del Concilio. Primero establecí que el documento clave es la «Dei Verbum,» que estuvo en elaboración desde la primera sesión del Concilio hasta el final, e influyó en el proceso de elaboración de todos los documentos y, a su vez, fue influenciado por todos. Y en la «Dei Verbum» mi texto predilecto es el que impide ver la tradición teológica medieval como una segunda fuente de revelación, al lado de la Escritura, y obliga a confrontar la vida de la Iglesia con la experiencia de los primeros discípulos de los Apóstoles.
Esta gran determinación conciliar nos impulsa a revivir, con nuestra eclesía actual, la primera carta de Juan. Esa experiencia de vida fraterna en la eclesía de hermanos y hermanas, de amigas y amigos es la que debe mantenerse viva hoy, en comunión con los Apóstoles, y constituye la Tradición más sagrada en la Iglesia católica.
Se trata del número 8 de la «Dei Verbum»: «Esta Tradición apostólica va creciendo en la Iglesia con la ayuda del Espíritu santo; es decir, crece la comprensión de las palabras e instituciones trasmitidas cuando los fieles las contemplan y estudian repasándolas en su corazón (cf. Lc 2,19.51), cuando comprenden internamente los misterios que viven… hacia la plenitud de la verdad, hasta que se cumplan en ella plenamente las palabras de Dios».
Así comprendemos que los líderes del Concilio Vaticano II, san Juan y san Pablo, volvieron a resplandecer en la Iglesia, después del eclipse que tuvieron durante la cristiandad, hasta sufrir la sospecha de apoyo de los herejes. Después del Concilio ha ido brillando el liderazgo del Sermón a los hebreos, antes ignorado, para la nueva comprensión de la fe cristiana.
De ahí se sigue que las tradiciones, como, por ejemplo, la teología de la cristiandad, no son una segunda fuente de revelación, sino que tienen la estremecedora obligación de demostrar que están en plena coherencia con la fe de los apóstoles, la cual es una vida que va creciendo.
Estas tres poderosas fuentes, Pablo, Discípulo Amado y sermón a los hebreos, nos ubican de lleno en las eclesías apostólicas de los años setenta y ochenta. La filosofía, por su parte, ha llegado también al problema del otro como centro y alma de la reflexión humana. «El otro es el infierno, es el pecado original o es mi vejez» (Camus), con las incidencias en teología, como lo prueban Levinas o Martin Buber, o Jacques Derrida o Jean-Luc Marion.
La razón y la fe pueden intuír soluciones como la que ofrece el teólogo que citamos, pero casi todo se queda en buenos deseos. Pero la fe de los apóstoles nos ayuda a buscar el significado de “el otro,” hasta lo último, el hermano que es el otro pero asumido en Cristo, razón de vivir y de morir. El baurismo cristiano es un compartir la muerte de Cristo por el hermano para construír la eclesía. Se trata de buscar la verdadera identidad de “el otro” cuando ni siquiera hemos definido el átomo. El Papa Benedicto XVI y Francisco han dado pasos trascendentales hacia la aplicación del Concilio Vaticano II.

Sínodo extraordinario de 1985
Credit: www.synod.va
5. FIDELIDAD GOZOSA AL FUTURO DEL HOMBRE COMO PLENA HUMANIZACIÓN EN HIJOS QUERIDOS DEL PADRE Y MADRE DIOS.
ESOS HIJOS TRANSFORMAN LA HISTORIA, SI SE MULTIPLICAN COMO UN SOLO CORAZÓN Y UNA SOLA ALMA Y DECIDEN PONER EN COMÚN LOS BIENES, Y NO TENER INDIGENTES ENTRE ELLOS.
ES LA REVOLUCIÓN SOCIAL, EMPRESARIAL, POLÍTICA, UNIVERSAL, RECONSTRUCCIÓN DEL TEJIDO SOCIAL Y CUIDADO DE LA CASA COMÚN.
FIDELIDAD A LA TRANSFORMACIÓN DE LA HISTORIA, EN BENEFICIO DE TODOS SERES HUMANOS.
Por los frutos los conocerán. “Miren cómo se aman, y no había indigentes entre ellos.”
El método de comunidades de hermanos, vivenciales y vivificantes, produjo frutos deslumbradores en los dos primeros siglos: «no había indigentes entre ellos».
Y ese ímpetu se conservó otros dos siglos. El imperio romano se inundó de eclesías domésticas, en las circunstancias más adversas, en multitud de lenguas y religiones, de culturas y climas, y en medio de persecuciones. Los frutos de esos discípulos apasionados fueron colosales.
En cambio, ni en los siglos de la Edad Media ni en la época moderna y contemporánea se puede hablar de frutos maravillosos de la cristiandad en nuestro mundo occidental donde la Iglesia católica imperó, y donde se respetó y siguió su liderazgo.
El resto del mundo se volvió impenetrable. En Asia, desde Buda, no gustan de un Dios que disfruta con el sufrimiento. Y ni judíos ni musulmanes gustan de un Dios que no sea absolutamente uno, sin socios.
Un mundo tan violento y tan injusto como hemos venido teniendo por siglos en occidente, con las guerras innumerables, y con dos guerras mundiales para concluír la cristiandad, y el mal llamado «holocausto,» las injustas desigualdades entre naciones y clases sociales de cristianos, no es un fruto para hacer la apología del evangelio comprendido por la cristiandad.
Siguiendo la posición del Concilio sobre la revelación de Dios en la historia, la teología de la liberación fue una toma de conciencia de la Iglesia latinoamericana y de la Iglesia universal, sobre los malos frutos de la cristiandad en la realidad social, económica y política de los pueblos católicos y protestantes.
Un aporte permanente de la teología de la liberación, incluso con análisis científicos de cuño marxista, es la advertencia siempre actual sobre la necesidad de que los discípulos de Jesús produzcan un mundo más justo, más humano y más fraterno. Que se amen entre sí y no haya indigentes entre ellos.
El mundo que vemos en los países cristianos no es lo que se espera del hecho evangélico donde todos son una sola alma y un solo espíritu y no hay indigentes.
Un teólogo reconocido dice; “Hoy quizá vivimos una época histórica de particular deterioro de las relaciones humanas, y de constantes desavenencias en todos los campos: crecen los racismos y nacionalismos excluyentes crecen las diferencias de clases, las culturas prefieren chocar en vez de encontrarse, fracasan las parejas y aumenta la violencia de género los partidos políticos prefieren mirarse como totalidades y no como “partidos,” el autismo cultural que respiramos nos induce a mirar a los demás como meros objetos o estímulos, pero no como sujetos de dignidad absoluta. Creyentes y no creyentes, todos deberíamos hacer un esfuerzo por engrasar las junturas de nuestra convivencia, si no queremos deslizarnos por una pendiente que podría terminar en una catástrofe sin precedentes, como si no bastara con todas las catástrofes que hemos ido provocando a lo largo de la historia…Todo eso hace plausible el intento de “ser contemplativos en la relación,” donde quizá se encuentran los mayores tesoros de una vida configurada por la fe y el seguimiento de Jesucristo…”(José Ignacio González Faus).
4. FIDELIDAD A LA CELEBRACIÓN PERMANENTE DE LA EUCARISTÍA
SEGÚN LA FE APOSTÓLICA
No podemos imaginar una eclesía apostólica en la época subapostólica sin la celebración Eucarística, pero nos cuesta trabajo imaginar cómo la celebraban. Solo conocemos muy bien la Santa Misa propia de la cristiandad y su síntesis asombrosa.
Para reconstruír la Celebración Eucarística de los discípulos inmediatos, lo primero que tenemos es una carta como la de los Colosenses. Pablo y sus discípulos insisten en que lean en las comunidades las cartas enviadas a otras eclesías, en reuniones de los participantes, y las comenten. Ahí ya tenemos lo que celebraban como Eucaristía. Lo mismo en las cartas a los efesios y a los filipenses; Ahí resplandece en toda su belleza la Sagrada Escaristía de la fe apostólica.
Por eso, debemos dar pasos hacia una celebración permanente del misterio cristiano, como acción de gracias por lo que Jesús va creando en la eclesía de discípulos, y no vuelta y concentrada en el pasado y finalmente en un punto: la víctima del Gólgota.
La Eucaristía es la acción de gracias permanente, de todos los momentos, por lo que hemos recibido en esos tres regalos de Dios y esas tres fidelidades que son también gracia. O “jaris.”
La Eucaristía se expresa de modo espectacular con la fuerza de la comida. Jesús dice “Yo soy el pan de vida, mi sangre es la bebida.” La Eucaristía consiste en comernos a Jesús como pan de vida y sangre como su existencia, de compasión, misericordia, paciencia, servicio. Asimilamos su modo de ser contrario al egoísmo de nuestros genes humanos, “Hagan esto en memoria mía:” Sean ese mismo alimento para sus hermanos.” Es exactamente lo mismo que dice Jesús después de servir lavando los pies a sus discípulos: “Paradigma les he dado para que hagan lo mismo que yo., en memoria mía.” Con nuestra conducta fraterna recibimos la comunión eucarística, y con nuestra conducta fraterna somos comunión eucarística para nuestros hermanos. Una vez más: Dios se revela en la historia.
Resumen de tareas, desafíos y objetivos
En conclusión nos proponemos:
1.Pasar de la teología metafísica a la teología de Jesús según el Nuevo Testamento y la ciencia evolucionística.
2.Vivir existencialmente el gran giro epocal realizado por el Concilio Vaticano II, mediante una hermenéutica válida, para orientar el segundo tiempo axial de la historia humana.
3.Acoger el evangelio como Tradición viva, es decir, como experiencia de amor y de comunión de personas libres y autónomas.
4.Pasar de una teología monocultural de occidente a una teología transcultural, para la catolicidad de veras universal. Una teología misionera.
5.Remediar el fracaso de la teología de la cristiandad que no logró producir un pueblo justo; o reconstruír el tejido eclesial de comunidades o eclesías, en las cuales sea posible «ser un solo corazón y una sola alma y asegurar que no haya indigentes entre ellos porque ponen bienes o intereses en común»
Un factor nuevo En el universo teológico btillan dos soles que alumbran a todos los teólogos: la sagrada Escritura, y más en concreto el Nuevo Testamento, y la tradición viva, configurada en el Concilio Vaticano II.
Pero se perfila un nuevo sol con luz deslumbrante, y es Jesús real e histórico. Por primera vez en quince siglos volvemos a tener la posibilidad de encontrarnos con Jesús real e histórico y apelar a su arbitraje, superando la distinción tan actual del Cristo de la fe y el Cristo de la historia. En la fe apostólica de los años ochenta tenemos el Cristo de la historia y el Cristo de la fe en las eclesías.
Solo con los modernos estudios bíblicos nos estamos acercando, con suficiente seguridad, a Jesús mismo, siempre a través de sus testigos eclesiales.
La teología que uno estudiaba antes del Concilio le provocaba un desconcierto que no se atrevía a expresar, y era que Jesús no aparecía como buen teólogo. Las posiciones de Jesús en los evangelios se citaban solo para comprobar las tesis teológicas ya establecidas según la teología dogmática. ¡Con Jesús no se podía hacer teología! Jesús estaba obligado a confirmar lo que la tradición de la cristiandad había definido.
Yo me atrevería a darles a los que estudian teología ahora una buena noticia: Estamos en capacidad de acercarnos a Jesús real e histórico, y hacerle preguntas teológicas, y escuchar respuestas que talvez nunca nos habíamos imaginado.
Un discreto intento de llegar hasta Jesús y de someter a su juicio algunas verdades centrales de la teología de la cristiandad es lo que estamos haciendo en esta universidad de los amigos en Jesús, sobre todo en nuestro intento de llegar a la fe de los apóstoles por los años ochentas del primer siglo.


PARA QUE ESTE SOL DE LA FE DE LAS ECLESÍAS APOSTÓLICAS NOS ILUMINE CON TODO SU ESPLENDOR Y NOS MUEVA CON TODA SU ENERGÍA, NECESITAMOS RENOVAR, CON PLENA CONCIENCIA, CINCO FIDELIDADES: A DIOS CREADOR, AL HOMBRE EN JESÚS, A LA IGLESIA CATÓLICA Y APOSTÓLICA, AL FUTURO DEL HOMBRE EN UNA REVOLUCIÓN UNIVERSAL EN LA CASA COMÚN, Y A LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA PERMANENTE DE LA ECLESÍA.
Esa toma de conciencia sobre los fracasos de la cristiandad y el planteamiento de la necesidad de una revolución son dos aportes invaluables de la teología de la liberación. La respuesta la insinuó esa misma teología en las comunidades de base. A éstas les faltaría una teología y vivencia de las eclesías apostólicas.Corresponde a la Iglesia de hoy el mostrar el camino para no seguir en el fracaso, y para hacer la revolución al estilo de Jesús y de la experiencia de fe y comunión de los apóstoles.
Y no basta el llamado magisterio social que la Iglesia católica tiene, y que es tan poco eficaz. Y así lo está haciendo nuestra madre Iglesia al declarar que las estructuras parroquiales convencionales son inadecuadas y que es menester hacer de la parroquia una red de comunidades.
¡Ojalá! el apasionamiento que enardeció buena parte de la Iglesia latinoamericana por la teología de la liberación la impulsara, hoy, a la reconstrucción de cada una de las parroquias del mundo entero, y no solo católicas, en red de pequeñas comunidades, de acuerdo con el programa trazado en la «Exhortación apostólica Ecclesia in America, » Y sobre todo por el magisterio de los papas Benedicto y Francisco.
Por eso, la ambición de esta antropoteología, o antropología de Dios, en Cristo, es aportar un granito de arena para el cambio social de transformación de la historia. Un mundo más justo y más humano, que beneficie a todos los pobres y necesitados, no es posible sin la reconstrucción del tejido eclesial en red de comunidades, para que todas la energías del amor entre los hombres florezcan, por el Espíritu, en solidaridad, en justicia, en esperanza, en perdón, en misericordia, en optimismo y gozo globalizado.
Queremos la renovación de la Iglesia y la reconstrucción del tejido social de ciudades y campos, provincias y naciones del mundo, y que todos digan: «¡Cómo se aman!, y no hay indigentes entre ellos.»






3.3 FIDELIDAD A MARÍA, COMO MADRE TERRENA Y JUDÍA DE JESÚS,
Y MODELO PERFECTO DE LA ECLESÍA COMO MADRE.
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro - Madre de Dios de la Pasión
Universidad de los amigos en Jesús