Unamigos

Universidad de los amigos en Jesús

para una pastoral  de crecimiento

hasta  formar comunidades

adultas y maduras.

 

  Para   pasar

de la  religión del mandamiento y la ley

del interés personal  y del negocio con Dios,

a la vivencia del  amor mutuo comprometido.

 

 

«Como mi Padre me amó,

así yo los amo   a  ustedes.

Permanezcan ustedes en mi amor,

con una condición no negociable:

 formen amigos que se amen mutuamente

como yo los he amado.»

César Herrera.  Redentorista.

 Fraternidad de la Palabra.

 

CONSAGRACIÓN AL SENOR DE LOS MILAGROS

CONFESIÓN DE NUESTRA FE APOSTÓLICA

ANTE LA IMAGEN DLE SEÑOR MILAGROSO.

 

   Señor de los Milagros, tú eres Jesús, el hijo de María, engendrado en el pueblo judío, de la estirpe de David y de la tribu de Judá, y eres el Mesías de Israel, como parte de nuestra creación para salvación de todos.

   El Dios invisible, fuego devorador, a quien nadie ha visto jamás, tiene en ti todas sus complacencias porque decidió, en su gratuidad, ser es tu Padre. Te entregamos todo nuestro amor a ti, que te desvives por nosotros.

   Señor de los Milagros. Al verte en el suplicio de la cruz, la humanidad entera, del monoteísmo y de la adoración a Dios imagina al Creador como justo juez, vengador de los pecados, que necesita el sufrimiento para castigar, para satisfacer las cóleras divinas, con víctimas que mueran para expiar los pecados. Y todos los religiosos piensan que tú eres una víctima y condigna satisfacción por nuestros pecados, ante el Dios conocido de todos.

   Pero tus apóstoles, en el Nuevo Testamento, nos deslumbran con una Buena Nueva, que jamás ningún cerebro humano ha podido imaginar, ni sospecha ningún corazón que late y sueña. Nos sorprende y transporta de júbilo el obedecer a un Dios nuevo, desconocido de todos, que decidió ser Padre y Madre, y en su libertad y gratuidad divinas quiere engendrar hijos a partir de la creación. Y tú, clavado en la cruz, nos revelas la compasión, el servicio y la muerte por los amigos para engendrarle hijos a Dios.

   Tus discípulos nos aseguran que eres el primogénito de todo los creado; que eres la culminación del proceso evolutivo del espacio-tiempo, de la historia y de las civilizaciones humanas. Todo es un regalo de Dios Padre y Madre, y tiene la razón de ser en ti, cabeza de toda la creación, y primogénito de los muertos. Y tú estás muriendo, para decirnos que sale de sí, lo entrega todo, para engendrar un mundo nuevo con nosotros.

   Señor de los Milagros, es verdad que esta nueva vida de amor no es compatible con los egoísmos humanos, con los poderes, fuerzas y luces de la mente de esta creación. Tu vives en la cruz un conflicto de muerte entre la creación primera y el hombre nuevo en la nueva creación.

   Comprendemos que tú decides entregarlo todo en la vida, porque tu Padre quiere crear un mundo nuevo, para el nacimiento de nuevos hijos adultos y maduros, para conversar con ellos, en el amor y alegría de una familia. Y, desde tu cruz, nos invitas, como invitaste a María, a engendrar muchos hijos para el Padre y Madre Dios.

   Tú decidiste dejarte matar por las autoridades y poderes, los sacerdotes y servidores del templo, por los maestros de la ley y de la religión del temor de Dios, y por los piadosos y devotos.  Tú estás aceptando el conflicto entre la revelación divina en la creación y el gozo de un nuevo nacimiento y de una nueva creación para la vida eterna.

   Y por eso te mataron a ti.  También nosotros morimos a nuestros genes egoístas y pecados, y somos nueva creación, para multiplicar energías y fortalezas, creatividad, consuelos y alegrías, y todos los bienes que necesitamos y que tú nos regalas. 

   Creemos como el eje de nuestra fe cristiana, que nosotros unidos contigo en eclesía santa, hemos resucitado, hemos roto con los genes egoístas, nos abrazamos contigo, el Viviente en vida nueva y eterna.

   Al mirarte muerto, revivimos y agradecemos nuestro bautismo como muerte contigo, como muerte a nuestros genes egoístas que nos inducen de continuo a buscar nuestros intereses y ventajas contra los demás. Estos dolores, de un parto nuevo, son los únicos sufrimientos que compartimos gozosos contigo, para transfigurar la historia, para ser el grano de trigo que muere para engendrar la espiga gloriosa.

   Señor de los Milagros. Al contemplarte llagado y hombre de dolores, nos comemos tu cuerpo y tu existencia, y nos embriagamos con la compasión, benevolencia y ternura que nos mostraste en toda tu vida. Nos amaste y te entregaste por nosotros, para quitarnos todos los sufrimientos, las angustias y dolores de esta vida, y las tentaciones del Maligno. Esa tu acción liberadora a través de toda tu vida es el sacrificio eucarístico agradable a Dios, que nosotros también ofrecemos contigo, hoy.

   Comemos tu cuerpo y bebemos tu sangre, para nosotros hacer los mismo con nuestros hermanos, para alimentarlos de ti. Comulgamos y nos alimentamos de ti, el Pan de Vida, cuando compartimos nuestros bienes, nuestro tiempo, las energías y capacidades, nuestros dones y carismas, a fin de transformar la historia y construír un mundo compasivo y casa común de convivencia para todos. Nos sentimos la Es la Trinidad divina humanizada en nuestras vidas. La acogemos y la asimilamos con todo nuestro corazón.

   En tus lágrimas y en tus llagas sangrientas, sentimos a un Dios que quiere ser Madre de dulcísima ternura con los hijos, Padre que comunica toda su bondad, y quiere ser esposo enamorado que se entrega a su esposa Y, lo que Dios hace gratuitamente con nosotros, lo queremos hacer nosotros con nuestros hermanos. Estos son los milagros que te pedimos, Señor Milagroso.

   Y las promesas que te pagamos son nuestros esfuerzos por convocar como tú, a unos amigos y amigas, a tu alrededor, como una sola vid o un solo cuerpo. Te prometemos convocar una eclesía de amigos y hermanos, para recibir todos tus milagros. Nos comprometemos a cumplir tu mandamiento de amarnos los unos a los otros como tú nos has amado, hasta la muerte por los amigos. Esta vida de amor mutuo permanente es tu único mandamiento:  hoy nos comprometemos a formar nuestra comunidad de discípulos tuyos, (Col 15) la nueva familia definitiva y eterna de Dios.

   Al ver tu sangre, tus llagas, tu corona de espinas y tus espaldas flageladas, aprendemos y repasamos todo lo que tú nos enseñaste en tu vida, de olvidar nuestros intereses personales, para transformar la historia, para engendrar hombres y mujeres nuevos, una nueva creación. Compartiremos la dicha que tú tienes de dar la vida para revelar a Dios entregado a nosotros. Ése es el sufrimiento que vale la pena soportar para completar lo que te faltó a ti. Queremos estar crucificados contigo. (Gal 2,1920)

   En ti crucificado, ya no vemos castigo, víctima, venganza, sufrimiento agradable a Dios, sino amor infinito, que lo da todo, y hasta mueres para enseñarnos a morir contigo para cumplir el designio divino. para engendrarle nuevos hijos al Padre gratuito y generoso con nosotros.

 

   Ante la Madre del Perpetuo Socorro

   Y nos queremos deleitar contemplándote también cuando niño, en la imagen de Nuestra Señora de la Pasión y Madre del Perpetuo Socorro.  Tú estás sostenido por las manos de tu madre, miras tranquilo la cruz y tu pasión, y tomas la gran decisión de toda tu existencia:  dejarte matar por las autoridades legales y los sacerdotes, con el fin de hacer el máximo bien a los hermanos.

   También nosotros necesitamos tu perpetuo Socorro, Madre querida, para aprender a dar la vida y morir por hacer el bien a nuestros hermanos. Te demostramos toda nuestra devoción siendo el perpetuo socorro y el perpetuo servicio a nuestros hermanos de eclesía. Así tomamos en tu regazo materno, y en el abrazo fraterno de nuestra eclesía, la misma decisión que Jesús tomo con tu tierno apoyo.

   En coherencia con nuestra fe apostólica, no ponemos el eje de nuestra fe en la Encarnación de Dios sino en el perdón gratuito de nuestros pecados, y en su decisión también gratuita de  hacernos Hijos de Dios, con todos los privilegios eternos.

 

MADRE DEL PERPETUO SOCORRO,

NUESTRA SEÑORA D ELA PASIÓN.

 

 

   Madre nuestra del Perpetuo Socorro, te contemplamos con tu Hijo Jesús en los brazos. Tú lo sostienes, y él se asegura con ambas manos en tu mano derecha, y así le transmites tu serenidad,  y la confianza de estar cumpliendo la voluntad del Padre Dios.

   Madre amorosa, eres el testimonio vivo de la humanización de Dios en nuestras relaciones interpersonales.

   Jesús desde niño empieza a comprender que él es el Mesías de Israel para el mundo entero. Pero no será el Mesías esperado, de la autoridad y el poder, de la ley, de las prácticas religiosas del Templo o de  verdades  impuestas.  

   Como Dios es amor, Jesús ha decidido abrir el nuevo camino  de salvación que es de amor mutuo, de compasión y perdón, y de misericordia hasta morir para crear comunidades adultas y maduras.  Jesús quiere crear infinito número de eclesías resplandecientes, sin mancha ni arruga y sin ningún otro defecto sino santas e inmaculadas como presencia de Dios.

   Jesús no sueña con una comunidad de mando y autoridad, de  leyes y disciplina, y  proyecta  eclesías  de amigos y hermanos de un solo corazón y una sola alma, que ponen en común dones y carismas y bienes materiales, y dan la vida los unos por los otros.

 Estos sueños dorados de Jesús que son los sueños del Padre, se ven radiantes en el oro del fondo de la imagen, como glorificación del hijo del hombre y glorificación de las eclesías, sumergidas por el bautismo en la muerte del Mesías.   Jesús acepta dejarse matar para dar la vida plena, y crear las nuevas comunidades sucesoras del Pueblo unificado de Israel.

   El Padre Dios exclama ante Jesús sentado en el regazo materno. “Yo te he engendrado hoy  y en ti tengo todas mis complacencias.” Y Jesús llega a la convicción de que no hay otro camino posible de transformar los corazones de los hombres sino el amor de unos por otros hasta morir. Y esto nadie lo va a aceptar si Jesús no toma la decisión de dejarse matar por los agentes de la autoridad y el poder divinos, por los sacerdotes y doctores. Ellos le preparan la muerte sangrienta que los ángeles Miguel y Gabriel  le muestran a Jesús todavía niño.

   Madre querida, en tus brazos Jesús toma la decisión fundamental de su existencia: dejarse matar por los jefes, sacerdotes y maestros de la  ley. Tú, madre escogida, seguiste a tu hijo hasta la muerte con su misma decisión. 

   Ahora, nosotros, al ver que esa es la decisión que complace al Padre,  felices en tus brazos maternales, tomamos la decisión de morir por nuestros hermanos y amigos.

   Te suplicamos, dulce madre: Báñanos en las aguas bautismales que nos sumergen en la muerte de Cristo; danos a comer el Pan de Vida de su compasión, de su creatividad para hacer el bien.  Entrénanos en cumplir el mandamiento de amarnos mutuamente como Jesús nos amó.

   Como Jesús niño, queremos tomar en tus brazos   de madre, la misma decisión que él tomó, de morir para engendrar las comunidades  eclesiales ofrecidas a todas las religiones, espiritualidades y naciones.  Amén.

 

    Toda tu ternura, oh Padre, nos la entregas en la vida de compasión de Jesús, en sus palabras iluminadas, en su servicio infatigable por nosotros, y en su muerte por amor. Esa vida de compasión es el sacrificio perfecto, en el cual tienes todas tus complacencias y es nuestra redención, salvación y la vida eterna.

 

GOZOS DE JESÚS EN LA CRUZ

 

 

Milagroso buen Jesús

¡Quién muriera como tú.

Compasivo, buen Jesús,

eres vida, gloria y luz,

 

1.  Hechos  2,43

Al dar tu vida en la cruz

soñaste con tus discípulos,

como un solo corazón,

amándose mutuamente,

sirviéndose cada día,

en la fiesta del amor.

 

2  Efesios 5,22ss

Soñaste con una esposa,

tu eclesía muy amada

bañada en el bautismo,

en tu muerte sumergida

embellecida de galas

santa e inmaculada.

 

3  Juan  13

El grupo de tus amigos,

rechazan rivalidades,

se lavan los pies todos,

comen  juntos en familia,

se sirven unos a otros

y tú les das la vida eterna.

 

4.  Romanos 12

El sacrificio pefecto,

complacencia de tu Padre,

somos nosotros unidos

formando tu cuerpo santo,

construyéndonos en templo

muriendo todos felices.

 

5.  Juan 15

Te sientes al dar la vida

como un organismo vivo,

como una vid con sarmientos,

con vitalidad creativa,

con uvas en abundancia

con vino de gloria eterna.

6 Juan 15,9ss

Nos dices en tu agonía:

Como mi Padre los ama

así los amo yo a ustedes.

Ya no los llamo siervos

ustedes son mis amigos,

si como doy yo mi vida 

ustedes la dan conmigo.

 

7. Juan 6

Coman el Pan que da Vida

y bébanse  mi existencia.

La carne de nada sirve,

Moisés recibió las tablas.

Reciban de mí la vida,

que nadie les arrebata.

 

8.  1Juan 1,1ss.

Ustedes cuando se sirven,

y forman nueva familia,

son la Palabra de Vida,

la que estaba junto al Padre

y habita ya entre nosotros

y ahora se manifiesta.

 

9. Padre-Espíritu Santo

Esta vida trinitaria,

de convivencia amorosa,

supera razas y lenguas

no es solo de judíos,

musulmanes o cristianos;

es para todos los hombres.

 

10.Final de Mateo: Vayan y hagan discípulos... 

El amor santo y divino,

que les expreso al morir,

quiere hablar todas las lenguas,

vestir todos los colores

colmar todos los anhelos,

y  entonar todos los himnos.

 

 11.  Juan 12,20ss

Mi muerte quiere ser puerta

que todos ustedes abran

para entrar dando la vida,

y ser el grano fecundo

que da la vida al morir

y cosecha gloria eterna.

12. Morir es compadecerse

y morir es perdonar,

morir es compartir bienes,

y morir es dar alegría.

Morir es quitar dolores

y construír comunión. 

13.   La lavandera del Río

Guadalajara de Buga,

cual muy amiga de Cristo,

prefirió el amor fraterno,

la comunión de hermanos,

 al templo con sus rituales.

 

 

1. PUNTO DE LLEGADA

DE NUESTRO PARQUE TEMÁTICO

 

   En esta estación descansamos en los brazos de María, hermana nuestra y que es parte integrante  de la encarnación  y humanización de Dios en Jesús Mesías  Hijo de Dios.

 

   Resumen de las cuatro primeras estaciones

   Según nuestra nueva mirada sobre  el Bautismo, la Eucaristía,  el sacrificio, la  semana santa y la glorificación, el momento más importante para los cristianos  es la muerte como libre decisión  de morir por los hermanos como Jesús.

   En lugar de fe y razón, nuestro  resumen  teológico puede ser: FE Y GRACIA,  Fe y Amor mutuo, fe que se testimonia por el amor mutuo.   Son las nuevas relaciones en la muerte de Cristo. Suena a tautología: fe que es la jaris.  Fe en la gratuidad del Padre y en nuestra gratuidad con los hermanos: Fe que se verifica en el amor fraterno: Fides quae per charitatem operatur. (Pablo).

   El primer mandamiento ya no es amar a Dios sino dejarse amar del Padre, y el segundo es ser gratuito con los hermanos, para edificar la eclesía de amigos  gratuitos.

Anunciamos desde ahora nuestras dos decisiones en las estaciones 9 y 10. Dos decisiones de amor y entrega: 

    1.  Sí, al mandato de Jesús  de formar nuestra eclesía, nuestra madre, como expresión de Dios para el mundo.

    2.  Sí, al mandato de Jesús de evangelizar  formando eclesías en todas las gentes;  tratando a los destinatarios de la misión como una madre cuida de su bebé;  encarnándonos en el hermano, muriendo a nosotros mismos por ellos,  desde dentro de sus culturas  y formas de asociatividad, para que ellos acojan la gratuita del Padre Dios.

 

 

2.  CONSAGRACIÓN

AL SEGUIMIENTO DE JESÚS,

 

ante la imagen del Señor de los Milagros de Buga.

 

   Padre Dios, que amas a Jesús y nos amas a nosotros. En la imagen del Señor de los Milagros, el Crucificado, nos revelas tu decisión de entregarnos en Jesús, a tu Hijo muy amado, y de engendrarnos a nosotros como  hijos tuyos para la comunión de la humanidad entera.

   Toda tu ternura, oh Padre, nos la entregas en la vida de compasión de Jesús, en sus palabras iluminadas, en su servicio infatigable por nosotros, y en su muerte por amor. Esa vida de compasión es el sacrificio perfecto, en el cual tienes todas tus complacencias y es nuestra redención,  salvación y la  vida eterna.

   Jesús dulcísimo, al contemplarte adolorido y en agonía comprendemos que  todos los días de tu vida, dejaste a un lado el poder, las leyes, los rituales, y  lo entregaste todo por tus hermanos, para hacerlos felices y quitarles todo sufrimiento. Y llegaste hasta dejarte matar en la cruz que te prepararon las autoridades religiosas de tu pueblo.

   Jesús: Hoy queremos renovar nuestro bautismo sumergiéndonos en tu muerte. Nos proponemos morir todos los días por nuestros hermanos, renunciando a los egoísmos humanos, y a los intereses personales que nos apasionan y que impulsan nuestra evolución en este universo. 

   Hoy también renovamos nuestro compromiso de comunión eucarística, y de comer el Pan de Vida que eres tú mismo. Nos alimentamos de ti cuando compartimos nuestros bienes, nuestro tiempo, las energías y capacidades, nuestros dones y carismas, a fin de transformar la historia y construir un mundo nuevo como casa común de convivencia para todos.

   Nos comprometemos también hoy a cumplir tu manda-miento de  amarnos los unos a los otros como tú nos has amado, hasta la muerte por los amigos y hermanos. Esta vida de amor mutuo permanente es tu único mandamiento: hoy nos comprometemos a formar nuestra comunidad de discípulos  tuyos.

   Esta vida de bautismo en la muerte de Cristo, de comunión compartida  del Pan de Vida, de práctica  del amor mutuo es la obra del Espíritu Santo y de la vida divina en nosotros. La acogemos y la asimilamos con todo nuestro corazón. “Somos la gloria de Dios en el Espíritu Santo que nos une en comunidad de amigos.”

   Señor de los Milagros, reconocemos que esta vida de amor no es del agrado de los egoísmos humanos, de los poderes, las fuerzas y las luces de la mente humana.  Por eso te mataron a ti. También nosotros morimos a nuestros pecados y nos unimos para multiplicar nuestras fuerzas, nuestros consuelos y alegrías, y todos los bienes que necesitamos y que tú nos regalas en la comunión de amigos.  

   Señor Jesús, te vemos identificado con la voluntad de tu Padre, cumpliendo la decisión de dejarte matar, para abrir el camino de la entrega por los hermanos  como el único para llegar a la vida eterna. 

Concentrados en el Crucificado, nos queremos deleitar contemplándote cuando niño, en la imagen de la Madre del Perpetuo Socorro.  Tú estás sostenido por las manos de ella, miras tranquilo la cruz, y tomas la gran decisión de toda tu existencia:  dejarte matar para abrir el camino del amor mutuo.

   Fortalecidos con  la dulzura de tu  Madre, y en comunión con  nuestra comunidad eclesial,  que es nuestra madre espiritual, tomamos la misma decisión tuya:  morir a nuestros egoísmos para amarnos mutuamente como Tú nos has amado.

 

Amén.

 

 

3. NOS SUMERGIMOS, POR EL BAUTISMO,

EN LA MUERTE DE CRISTO.

Y SOMOS GLORIFICADOS.

 

 

 María, expresión materna de la compasión de Jesús

 y del amor gratuito del Padre. 

María santísima en la vida del cristiano 

que comparte la muerte de Jesús desde el bautismo.

 

 

   María   nos enseña a ser madres como ella. María sabe lo que Jesús decide en comunión con el Padre. Y nosotros, con Jesús y con María, la madre del Mesías, decidimos dejarnos matar por amor a los hermanos. Y tomamos dos decisiones en las estaciones 9 y 10. En nuestra eclesía personal, somos hermanos, madres e hijos en relaciones de amor.

   Para sorpresa nuestra, en la imagen de María santísima más conocida en Occidente nos encontramos con la síntesis más perfecta de nuestra teología: se llamó en Oriente nuestra Señora de la Pasión. Esta imagen recibió en la cristiandad otra orientación, y se llamó Madre del Perpetuo Socorro. El icono original oriental y antiquísimo lleva el título de Nuestra Señora de la Pasión:  quiere descifrarnos el sentido de la muerte de Jesús. María con este Icono es nuestra maestra para resignificar el contenido de nuestra fe. Los invitamos a contemplar una imagen que resume la tradición cristiana más antigua de Oriente y Occidente sobre María Santísima:  el cuadro de nuestra madre del Perpetuo Socorro.

   Nuestro guía en este parque de las religiones ha sido Jesús, Mesías, Hijo de Dios, el hijo de María, una judía de Nazaret.    

Una vez terminado nuestro recorrido religioso y de fe, hemos llegado la quinta estación.  Y nuestro guía nos sugiere que tomemos nuestras decisiones donde él mismo las tomó, hace dos mil años, en brazos de su Madre biológica.

  Jesús desde su infancia se plantea la gran decisión de su vida, que es el dejarse matar, pues los ángeles le presentan la cruz, la lanza y la esponja,  los instrumentos de la pasión.  El Hijo de María se siente seguro en su regazo, y se aprieta con ambas manos a la mano derecha de su madre.

   Jesús está concentrado en la decisión de morir.  Nosotros, al mirar la imagen, a la luz del Nuevo Testamento, nos concentramos en la muerte de Cristo y en nuestra necesidad de morir con él para dar vida al mundo, para ser mediadores de la ternura de Dios.

   En la imagen, María es apoyo para Jesús, y como la clave de su serenidad para decir sí a Dios que le pide morir antes que asociarse al pecado de soberbia de los medios humanos.  En profunda comunión con el Padre, Jesús decide no utilizar el poder, la ley, la religión o las verdades para enfrentar a sus superiores de poder, ley, religión y doctrina, y decide dejarse matar.  Jesús renuncia a usar las fortalezas que le ofrece la civilización humana, poder, ley, religión o sabiduría, y opta por dejarse oprimir por ellas.  Sale perdiendo.

   El Padre dice: “Yo te he engendrado hoy, para que seas compasivo, para que te compadezcas de las debilidades de los humanos.  Y los engendres por amor como hijos y discípulos.”  “No vas a ser la expresión de Dios como poder, ley, religión sagrada y sabiduría, sino como el amor humanizado.” (He) 

   El dorado del fondo del icono significa la glorificación en la decisión de morir.  Al contemplar el color dorado nuestro corazón se sosiega con las Palabras de Jesús satisfecho: “Ahora es glorificado el hijo del hombre.” (Jn 12).   

  María está en total comunión con su Hijo Jesús, y quiere ser madre de todos los discípulos entrenándolos para ser humanización del amor del Padre.

   Apoyado en María, Jesús está en total sintonía con el Padre para morir en los conflictos históricos y dar el triunfo al amor contra el pecado.   También nosotros, apoyados en María, le decimos al Padre que queremos dar la vida por los hermanos.  Aprendemos de María a ayudar a crecer a nuestros hermanos en la madurez en Cristo hasta quedar sumergidos en su muerte por el bautismo. Rm  6 

   Esta imagen nos acerca a la escena creada por la comunidad del Discípulo Amado, al pie de la cruz, para enseñarnos la experiencia de comunión en las relaciones de los discípulos y en nuestras relaciones de eclesía adulta y madura

 “Mujer, ahí tiene a tu hijo. Luego le dice al discípulo, ahí tienes a tu madre.”  El devoto de María aprende de ella a ser madre para los participantes de la eclesía, y a sentirse amado de ellos como hijo querido.  Así, todos somos madres para los hermanos, y todos somos hijos que acogen con amor y agradecimiento las ternuras maternas, en la eclesía. Así, en nuestras relaciones interpersonales gozamos el misterio del amor mutuo que nos enseña Jesús.

   El Concilio nos invita a sentir y vivir todo nuestro misterio cristiano en total comunión con María, la Madre del Mesías divino, y a imitar sus virtudes. Y también nos invita a tener en cuenta el ecumenismo en nuestro culto a María. L.G. 60-69. Pero no proclamó el nuevo dogma mariano, de María como corredentora o mediadora de todas las gracias, como era el deseo de muchos obispos al comenzar el Concilio.  Los mediadores de todas las gracias y los correndentores son, en comunión con Jesús y con María, todos los miembros de la eclesía

   Descansando en María sentimos y vivimos el misterio de la Iglesia que es el amor mutuo:  Somos madres de los hermanos e hijos agradecidos unos con otros.

   En la iglesia y en María decidimos morir a nuestros egoísmos e intereses personales para realizar las dos decisiones, y así producir frutos, y frutos que permanezcan.

   En brazos de María, Jesús maduró desde pequeño, la decisión de dejarse matar, la decisión de convocar un grupo a su alrededor para vivir en comunión de Espíritu, y la decisión de enviar a sus discípulos a edificar comunidades de discípulos en todas las culturas, espiritualidades y religiones del mundo.

   Nosotros, mirando el cuadro, tomamos la decisión de edificar todos los días nuestra eclesía de amor y devoción mutuos, de alegría y plenitud. 

   Y tomamos la decisión segunda de apóstoles enviados, de fascinar nuevas personas de todas las gentes y naciones para vivir como vivimos nosotros. Todo poder se me ha dado en el cielo y la tierra, yo les comparto este poder total para que hagan discípulos congregados en eclesías, en todas las culturas, espiritualidades y religiones. 

 

4. DEVOCIÓN AL SEÑOR DE LOS MILAGROS DE BUGA,

PARA UNA PASTORAL EN CRECIMIENTO

HASTA FORMAR COMUNIDADES ADULTAS Y MADURAS.

 

   Con la devoción al Señor de los Milagros podemos conservar la teología de la cristiandad. Podemos contemplar al Crucificado, que muere entre dos malhechores, a la luz de uno de los cinco paradigmas de revelación de Dios.  Podemos seguir siendo devotos del Milagroso de Buga, como en el pasado, con la teología y la pastoral de la cristiandad. 

   Dios se revela como poderoso que obra milagros y maravillas, como ley o jerarquía santa, como víctima por nuestros pecados en la religión del Dios justo.

   En el Crucificado podemos contemplar a Jesús Dios que redime al hombre con abundante redención, que en operación divina nos libera de las garras del Maligno Enemigo. Se revela el Dios poderoso en la cruz y podemos exclamar, con la iglesia de los grandes Padres de la Iglesia: “Oh feliz culpa que nos mereció tan gran Redentor” Si Dios en la cruz hizo semejante demostración de poder, con razón podemos llamarlo Señor de los Milagros.  Si consiguió la redención en la cruz, desde su cruz nos puede conseguir de Dios cualquier milagro.

   En el Crucificado podemos contemplar a Jesús Hijo Unigénito del Dios infinitamente justo, que se revela en la ley, en los diez mandamientos y en los 613 preceptos. Dios justo en la alianza se obliga a castigar al desobediente con justa cólera y a exigir una víctima que sea condigna satisfacción por la injuria casi infinita contra Dios. 

   En el Crucificado podemos seguir contemplando a Jesús Hijo de Dios sagrado y santo que se revela en la religión y en el sacrificio, en el templo y sus rituales.   Jesús es víctima por nuestros pecados.  Nuestro lenguaje de víctima se expresa en el chivo expiatorio, sobre el cual se descargan los pecados y culpas.  De modo que en la cruz hallamos la manifestación de lo sagrado, de la cólera divina y de la misericordia que nos proporciona la víctima, la sangre y las llagas salvadoras.

   En el Crucificado podemos seguir contemplando a Jesús hijo de Dios que muere para confirmar la verdad de la doctrina sagrada que hemos descrito. Por la verdad murió Cristo.  Su muerte confirma la verdad de los dogmas sagrados y de las verdades eternas e inmutables.

   Pero en un Santuario del Milagroso de Buga podemos sumergirnos en la muerte de Cristo como en el bautismo y las eclesías que edificaba Pablo o el Discípulo Amado.

   El Señor de los Milagros de Buga recorrió con nosotros la larga historia de la conquista de América, de la siguiente evangelización y de todas las realizaciones de la Cristiandad.  Pero ahora quiere ser un sol resplandeciente que impulse la Iglesia del futuro.

   La lavandera del Guadalajara de Buga ahorraba para comprarse una imagen religiosa:  ambicionaba tener un Cristo Milagroso, un crucifijo de gran valor, y ya atesoraba los setenta reales que costaba.  Mientras acariciaba su sueño religioso, vio que maltrataban a un hermano de raza indígena por unos encomenderos, y lo llevaban a la cárcel porque debía 70 reales. La lavandera se compadeció de ese padre angustiado, y de esa familia desamparada, pagó la deuda del hermano y dejó a un lado su sueño religioso. La lavandera miró el crucifijo con nuevos ojos. “Yo debo morir como Jesús para expresar la compasión a los hermanos.”  Sacrifica su encanto. En su lugar enarbola el amor efectivo a un hermano de la raza vencida, en esta historia conflictiva y de luchas sociales, de conquista violenta y de evangelización.

   Queremos contemplar el Crucifijo con los ojos de Jesús, con los ojos de María, con los ojos de las comunidades de Juan o de Pablo, con los ojos de las comunidades apostólicas y postapostólicas, y con los ojos de la lavandera del Río Guadalajara de Buga.

   Con el Señor de los Milagros de Buga queremos poner en marcha la Iglesia del Concilio Vaticano II, con nuestras dos decisiones.

 

Estación   6.

LAS ECLESÍAS ORIGINALES

 

en los primeros  siglos cristianos.  

El modo original de ser cristiano

  antes de la Cristiandad, época oscura.

LA MATERIA OSCURA

En un sitio secreto

 Las catacumbas

 

 

                                           1. “LA NORMA DE LA FE CRISTIANA,

                                                 EN EL NUEVO TESTAMENTO,

                                                 COMPRENDIDA EN LOS PRIMEROS SIGLOS.” 

 

   Ahora nos concentramos en la Iglesia antigua, estación oscura y olvidada pero indispensable para entender el parque temático y para tomar las decisiones.  Se trata de la etapa anterior a la cristiandad. Aunque es oscura y desconocida e invisible es algo así como la materia oscura o negra indispensable para entender la física visible del universo, de acuerdo con los científicos.  

   Si la Cristiandad se comprende con el Dios conocido, este desconocido modo de ser cristiano en los primeros siglos refleja al Dios desconocido. La fides et ratio no lo entiende.

   Esta estación es crucial porque ella es testimonio real del modo original de ser cristiano.  Nosotros conocemos el modo de ser cristiano en la cristiandad; y ese modo lo describe el papa Benedicto como religión del mandamiento y de la ley, y del interés personal. Nos deslumbra el descubrir en esa época antigua y oscura el modo de ser cristiano   con el Dios desconocido, el de la gratuidad.  No lo estamos descubriendo ni lo vamos a inventar.

   Si nuestra tarea en el tercer milenio consiste en pasar a la obediencia de la fe en la gratuidad total del Padre, según el programa del Papa Benedicto, en esta estación vamos a clarificar el modo original de ser cristianos, para replicarlo.

   La Tradición Apostólica

   Considero como cariñoso milagro, un episodio de la investigación moderna, el descubrir la Tradición Apostólica para incluir en la definición de la Iglesia, la vida comunitaria como hecho evangélico y como la esencia de la fe cristiana. Se trata de un librito pequeño, pero de inmensa significación.

   En verdad es como un milagro en mi vida el haber leído ese librito que compré en una visita que hice a Buenos Aires, en la Editorial Lumen, Viamonte 1674, en la década de los ochenta del siglo pasado, en mis viajes como coordinador de la Federación Bíblica Católica mundial para América latina, Febicam. 

   Pero este librito milagroso tiene dimensiones universales porque era desconocido hasta comienzos del siglo pasado, en vísperas del Concilio Vaticano II. “La Tradición Apostólica” era solamente una   inscripción sobre el zócalo de una estatua encontrada en Roma en el siglo XVI. El personaje allí representado era un escritor llamado Hipólito.  Este nombre de Hipólito figuraba en algunas recopilaciones canónicas. Se conocía un  “Epítome del libro octavo de las Constituciones apostólicas o Constitución por Hipólito.”

   En 1879 se editó una “Recopilación Árabe,” titulada “Cánones de Hipólito.” Estas dos recopilaciones tenían relación con un escrito apócrifo “Constituciones apostólicas,” y el “Testamento de nuestro Señor Jesucristo.”

   En el patriarcado de Alejandría   se utilizaba la pequeña colección canónica llamada “Constituciones de la iglesia Egipcia,” que trataba de los mismos temas de los documentos anteriores. 

   Después de minuciosas investigaciones se llegó a la conclusión de que la fuente de todos estos documentos es “Constitución de la iglesia egipcia.” Esta Constitución de la iglesia egipcia era la Tradición Apostólica, que se creía perdida.  Sobre el zócalo de la Estatua de Hipólito el Título Tradición Apostólica está precedido del Título “Los Carismas.”  Título de incalculable significado. Poco antes del concilio Vaticano II se difundió entre especialistas. 

   El librito La Tradición Apostólica debió influír en el Concilio pues todos esperábamos un documento sobre los sacerdotes, ya que los sacerdotes son como la esencia de la iglesia católica durante la cristiandad, después del episcopado. La Iglesia vive de la Eucaristía, dice san Juan Pablo II, y el que celebra la Santa Misa, el Sacrificio del Altar, es el sacerdote. Pero el Concilio nos sorprendió con otro título: “De praesbiterorum ordine.  El orden de los presbíteros.” Le hizo caso a ese librito La Tradición Apostólica, por lo menos en el título y nos autorizó a volver a las comunidades de los primeros siglos, anteriores a la cristiandad. Volver a las fuentes.

   Hipólito era un sacerdote romano muy respetado que compuso dos tratados, Carismas y Tradición Apostólica, títulos únicos en la literatura cristiana, el reglamento eclesiástico más antiguo de todos los conocidos. Y salvado por milagro del poder unificador y excluyente de la Cristiandad.

   Hipólito tuvo desaveniencias con el papa Ceferino, y a la muerte de éste en 217 se opuso a su sucesor Calixto (231-235). Tanto Calixto, Papa, como Hipólito fueron desterrados.  Ambos fueron inhumados en Roma con veneración, y con su muerte se sella el fin del cisma.

   El contenido es el siguiente Primera parte: Constitución de la Iglesia. Segunda parte: Iniciación cristiana. Tercera parte: Los usos de la Iglesia. La tradición apostólica que propone es de la iglesia alejandrina.

   La Tradición apostólica fue escrita en griego, pero el texto original se perdió y solo se recuperó a través de traducciones y adaptaciones.  Existe una versión latina, y versiones egipcias o coptas, sahídica y bohaírica, versión árabe y versión etíope.

   La otra fuente para retroceder hasta esa época es el estudio del canon de la misa, despojándolo de todo lo que se añadió en los siglos de la Cristiandad. El canon de la misa que tenemos es del siglo X, pero podemos reconstruir el del siglo V, anterior a san Gregorio Magno.  Era el credo oficial de la iglesia y formulación obligatoria de la fe en las eclesías.

 

                                             2. JESÚS E SUN NUEVO PUNTO DE PARTIDA, EN EL NUEVO TESRAMENTO. 

                                                 LA TRADICIÓN APÓSTOLICA CRITERIO EXCLUSIVO DE UNIDAD.

 

 

   Ubiquémonos.  En la estación 5, con Jesús en brazos de María, disfrutamos contemplando la evolución universal desde el Big-bang. Una mujer es el resumen magnífico de la evolución del espacio-tiempo, y ella engendra a Jesús, que comienza a ejercer su conciencia y libertad al decidir dar la vida y dejarse matar para mostrarnos la salvación en morir por los hermanos para la comunión de todos los hombres y mujeres.  Este nuevo comienzo no es de hombres.

   Como Jesús y María, también nosotros resumimos todas las culturas, las lenguas, los colores y abigarrada variedad de aventuras humanas. En medio de esa inconmensurable e infinita confusión y maravilla de átomos, genes y memes en creativa evolución, Jesús es un nuevo principio. Y queremos empezar de nuevo, de manera consciente y creativa en la libertad transformadora, unidos a Jesús. Somos nuevo principio.

   En la Tradición Apostólica vemos el espectáculo de todos los pueblos   en contacto con el imperio romano, en una red social infinita de miles de eclesías. Cada eclesía habla su lengua particular como Jesús habló el arameo, y aprovecha todos los valores de su cultura, la humanización que lleva adelante, pero los continúa y madura guiada por Jesús que asimiló los valores mejores de la cultura judía.  Con el Comité central de Febicam (WCFBA) tuvimos un encuentro en Alejandría, Egipto, con siete arzobispos de Alejandría, cada uno de un rito distinto. La cristiandad quiso ser una, en sucesión de poder, pero descuidó la eclesía de amor.

   Dios se revela en poder, ley, religión y templo, y pensamiento, pero Jesús revela un Dios desconocido al dejar clavados en la cruz muchos de los mejores valores humanos para comprometerse con el amor mutuo de amigos en comunión de Espíritu, que brota de su muerte.

 

                                                                   3.  LA ECELSÍA, GRUPO DE PERSONAS, 

                                                                        QUE SE COMPROMETEN MUTUAMENTE Y 

                                                                        SE AMAN, SON LA ESENCIA DE LA FE CRISTIANA

 

 

   3.1 la imagen de Dios recuperada. La Tradición Apostólica empieza con el tema de la imagen de Dios que es el hombre y la mujer. Esa imagen se ha extraviado, y Jesús nos la recupera.   Nosotros sabemos que se ha extraviado por la pretensión de no obedecer a ser imagen de Dios, para ser como Dios, dominando sobre los demás. O somos imagen de la compasión de Dios unos con otros, o cometemos el robo de ser como Dios. El nuevo comienzo es amarnos unos a otros, y es el nuevo camino de Jesús, traducido en una eclesía local.

   3.2 la fe empieza con el compromiso mutuo de amistad, amor y servicio.  La familia de Dios, la más bella imagen.

   El grupo de personas que va a crear una eclesía debe esforzarse ´por conocer lo esencial de la tradición apostólica.  El centro no es un determinado concepto o definición de Dios, ni el encuentro personal con Jesucristo. El punto de partida no es ni Dios, ni su definición ni devociones o cultos. El punto de partida que nadie puede cambiar es: Amarse mutuamente como Jesús nos ha amado, en la eclesía. La eclesía no necesita sacerdotes mediadores ante Dios o encargados de lo sagrado. La eclesía es santa, es consagrada. Todos los miembros de la eclesía están consagrados, y participan de la santidad de Dios. De forma que todos son sacerdotes que tienen el sacerdocio de Cristo. Amarse unos con otros es acontecimiento histórico que no es mando, ni ley, ni cultos ni templo ni metafísicas.

   En este punto la Tradición Apostólica sigue la Carta a los Hebreos, que no habla de sacerdotes en la iglesia; no conoce la división entre sacerdotes consagrados y fieles laicos. 

    El Padre Dios está presente en la celebración y los miembros de la eclesía están de pie en el momento solemne del canon, alrededor de la mesa, ejerciendo el sacerdocio.

     Con razón al empezar todos proclaman: “Somos la gloria de Dios por Jesús su hijo amado y por el Espíritu Santo.” 

     La columna vertebral o paradigma básico no es ni un culto, o templo, o sacerdote o metafísica.

     Ni el Dios justo que exige reparación. Ya son gloria de Dios.

     Ni el encuentro personal con Dios todopoderoso.

     Ni el encuentro personal con Jesús salvador de todos.

    Ni el pecado, que nos separa de Dios.  Porque Dios quiere ser gratuito perdonando y purificando a todos por el bautismo, que todos reciben gratuitamente.  La comunidad vive en el ámbito divino y es santa y consagrada. Tanto amó Dios al mundo que le dio a su propio Hijo.

    3.3. La eclesía es el pueblo de Dios.

    La eclesía es el pueblo de Dios.  Todos aplaudimos al Concilio cuando hizo la revolución copernicana de la cristiandad hacia las fuentes neotestamentarias.  Cuando   revolucionó el documento preparado. Éste trataba primero de los obispos y sacerdotes y sus poderes, para luego hablar del pueblo de Dios.

    Pero ese fue apenas un primer paso indispensable. Nosotros hemos continuado…